El pasado sábado, el primer ministro de Pakistán, Imran Khan, fue cesado de su puesto por una moción de censura aprobada por el voto de 174 de los 342 miembros de la Asamblea Nacional. Esta moción de censura no es ni mucho menos una sorpresa. Es un hecho que durante las últimas semanas se había vaticinado. De esta manera, Khan se suma a la larga lista de gobernantes pakistaníes que no logran cumplir su mandato completo de 5 años.
Muchos miembros de la oposición, e incluso antiguos socios del partido de Khan, Pakistan Tehreek-e-Insaf (PTI) («Movimiento por la Justicia de Pakistán»), ya habían manifestado su intención de poner en marcha el procedimiento. De hecho, la presentación de la moción de censura se realizó hace casi un mes, el 8 de marzo.
En un principio, se preveía que la moción de censura, presentada por los dos principales partidos de la oposición —la Liga Musulmana de Pakistán (N) y el Partido del Pueblo Pakistaní (PPP)— y un pequeño grupo de opositores se hubiera consagrado el 3 de abril, pero finalmente no fue así.
Los disidentes políticos del Movimiento por la Justicia de Pakistán, criticaron directamente al gobierno por incumplir sus promesas electorales. La mala gestión económica, la presunta corrupción entre miembros de su Gabinete, la ineficacia a la hora de atajar los problemas de los distritos y la retórica agresiva de Khan contra los disidentes fueron algunas de las razones de la deslealtad.
Durante todo este período de duda sobre su continuidad como premier, Khan ha mostrado una voluntad férrea de continuar en el poder, recurriendo a todo tipo de maniobras discursivas y procedimentales.
‘Conspiración extranjera’
En un principio, se estimó que moción de censura tendría lugar el 3 de abril. Sin embargo, la votación finalmente no llegó, puesto que fue rechazada por el vicepresidente de la Asamblea Nacional, Qasim Khan Suri, justificando su ilegalidad en base a una “conspiración extranjera”.
La idea de la presunta conspiración ha estado en boca de muchos partidarios de Khan y del propio (ex) premier. El 31 de marzo, en un discurso televisado ante la nación, la exsupestrella de críquet realizó unas declaraciones insólitas. Alegó que estaba siendo víctima de una conspiración, un plan orquestado por Washington para desbancarle.
Unos días antes, en su discurso en el Parade Ground de Islamabad, el premier de Pakistán ya denunció que tenía una “prueba escrita” —con un papel en su mano— y que “algunos de los nuestros están siendo utilizados para derrocar al gobierno”. En el mismo discurso, criticó duramente a sus principales rivales políticos: Nawaz Sharif, decimocuarto primer ministro, y, Asif Zardari, esposo de la fallecida primera ministra Benazir Bhutto.
Aunque Khan venía advirtiendo de la injerencia de un país extranjero, no señaló con el dedo a nadie hasta el momento en el que se produjo el lapsus linguae:
«El 8 de marzo, o incluso antes el 7 de marzo, EE. UU. nos envió un…Estados Unidos no, sino un país extranjero nos envió un mensaje. La razón por la que hablo de esto…que un Estado independiente reciba un mensaje así…esto va en contra de mi y el país. La carta decía que, si la moción de censura se aprobaba, Pakistán será perdonada, si no, habrá consecuencias”, expresó Khan.»
Unos días después, Khan reveló quién fue el presunto autor de la correspondencia. Se trataría de Donald Lu, Secretario de Estado Asistente para Asuntos de Asia del Sur y Central.
El carismático primer ministro apuntó que la razón por la cual se había puesto en marcha la conspiración tenía que ver con su crítica de la política estadounidense y otras decisiones que había tomado en su política exterior. Khan comparó su situación con la que sufrió el exprimer ministro y fundador del Partido de Pueblo Pakistaní (PPP), Zulfikar Ali Bhutto, que fue ejecutado “por tratar de dotar al país de una política exterior independiente”.
Las relaciones normales, casi cordiales, que tiene el gobierno de Pakistán con el Kremlin, sumadas a la proximidad con Beijing —los dos principales rivales de EE. UU.— serían las dos líneas que explicarían la “política exterior independiente” del gobierno de Khan.
“Una política exterior independiente”
Un movimiento que provocó cierto recelo en Washington fue la gira reciente que realizó Khan a Rusia. El pasado 24 de febrero, mientras las botas y vehículos de los soldados rusos entraban en territorio ucraniano, Khan se reunió en Moscú con el presidente Vladimir Putin. A pesar de que se trató de una visita programada desde hace meses, resultó muy simbólica. Era la primera vez en 23 años que un primer ministro pakistaní visitaba Rusia.
Los dos países estaban ultimando los detalles para la firma de un acuerdo comercial. Finalmente, el acuerdo llegó el pasado 1 de marzo y Khan detalló que se contemplaba la importación de 2 millones de toneladas de trigo y gas natural. Además, Khan trató de ultimar los detalles sobre el apoyo ruso a la construcción de un gasoducto que uniese el puerto de Karachi con el interior de Pakistán, para poder suministrar gas natural importado.
La firma de este acuerdo ha deteriorado la imagen internacional de Pakistán, un país muy dependiente de los préstamos de las instituciones monetarias internacionales. En este sentido cabe anotar el peso que tienen dentro de estas instituciones los países que han condenado y sancionado a Rusia.
[infograf sanciones impuestas a Rusia]
Otra de las acciones que pudieron haber motivado esta presunta «conspiración yanqui» es la posición de abstención y de llamada al diálogo y a la diplomacia que adoptó Islamabad con respecto de las resoluciones adoptadas por la Asamblea General sobre la crisis de Ucrania.
Por otro lado, sus vínculos económicos, militares y políticos económicos con China continúan siendo muy fuertes. A menudo, esta amistad se describe como «más grande que las montañas, más profunda que el océano, más fuerte que el acero y más dulce que la miel».
Pakistan China friendship is higher than mountains, deeper than the ocean, stronger than steel and sweeter than honey.#PakChina 🇵🇰🇨🇳 #CPEC pic.twitter.com/vM6e1uYWWk
— Government of Pakistan (@GovtofPakistan) November 2, 2017
A nivel económico, China es el principal socio comercial del país y la segunda pata del ambicioso proyecto que tiene como objetivo el impulso del desarrollo: el Corredor Económico Chino-Pakistaní (CPEC, por sus siglas en inglés).
A nivel militar, China es el mayor exportador de armas al país. Según los datos más recientes del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), en 2021, el 47% del total de exportaciones chinas se realizaron a Pakistán. Además de ser su principal proveedor de armas, ambos países tienen preocupaciones similares relacionadas con su principal adversario regional: la India.
A nivel político, las relaciones entre Pakistán y China están subordinadas al estado de sus cooperación en materia económica y militar. El gobierno de Khan se ha mostrado con los brazos abiertos a un mayor estrechamiento de sus relaciones con Beijing. En febrero, antes de la visita de Khan a Beijing con motivo de los Juegos Olímpicos de Invierno, el ministro de Información y Televisión Chaudhary Fawad Hussain expresó que «las relaciones entre Pakistán y China son mayores que el Himalaya y más profundas que los océanos».
En una declaración reciente, el subdirector del Departamento de Información del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, dijo que «China tiene buenas relaciones con Pakistán a todos los niveles, incluidas en las esferas militar, política y social». Además, afirmó que «no importa qué facción llegue al poder en Pakistán, esto tendrá poco impacto en las relaciones China-Pakistán».
¿Crisis de confianza del establishment?
La historia política reciente de Pakistán, desde su constitución como república en 1956, ha estado dirigida desde las sombras por las fuerzas armadas. Desde entonces, el país no ha tenido ningún primer ministro que haya completado el mandato de 5 años, establecido constitucionalmente.
Hasta la victoria en 2018 del PTI, capitaneado por Khan, el poder político había estado dominado la mayor parte del tiempo por la Liga Musulmana de Pakistán y el Partido del Pueblo Pakistaní, creando una suerte de sistema bipartidista.
En 2018, el PTI obtuvo una victoria abrumadora en la Asamblea General y, contando con el beneplácito del establishment militar-político, Khan tomó posesión de su cargo en agosto de ese año. Así, se convirtió en el vigésimo segundo primer ministro de la historia de Pakistán, dando continuidad a una tendencia insólita de gobiernos civiles.
En sus 74 años de historia, el país ha estado gobernado por gobiernos militares durante 33 años. Mientras que no se ha producido un golpe militar en los últimos 15 años, ningún primer ministro ha completado su mandato correspondiente. Pero Khan ha marcado un hito, es el primer gobernante expulsado de su cargo por una moción de censura.
La imagen carismática y el pragmatismo de Khan parecían que iban a conseguir superar las constricciones de un sistema político presionado ininterrumpidamente por un establishment militar-político. Incluso en el momento de su elección, fue objeto de controversia: la oposición alegó que su victoria se debía a un fraude electoral realizado por los militares.
La maniobrabilidad de Khan durante sus tres años de mandato ha sido, por lo general, muy laxa a nivel social. Esto se debe, entre otras cosas, a su promesa declarada de acabar con la corrupción en uno de los países donde más se percibe.
La primera iniciativa emprendida por Khan fue su muy anunciada agenda de 100 días, un plan que ya se había adelantado durante la campaña y que planteaba unos objetivos muy ambiciosos. Esencialmente se dividía en seis áreas: transformar la gobernanza, fortalecer la federación, revitalizar el crecimiento económico, mejorar la agricultura y conservación del agua, revolucionar el sector social y salvaguardar la seguridad nacional. En resumen, se pretendía incidir en tres problemas estructurales: la corrupción, el lento desarrollo económico y social y la seguridad.
En lo que respecta a la economía, Khan se ha enfrentado a uno de los peores momentos de la historia de Pakistán, con las consecuencias desastrosas que tuvo la COVID-19. El país tiene la inflación más alta de la región. El pasado mes de enero, el índice de precios al consumo aumentó un 13%, el mayor incremento registrado en los últimos dos años.
Khan deja tras de sí una situación de deuda de más de 100 mil millones de dólares, requiriendo más de 14 mil millones de dólares al año para hacer frente a los requisitos para la devolución de los préstamos que debe a la instituciones monetarias internacionales.
La corrupción y el nepotismo se han convertido en males estructural en Pakistán. Sus raíces se remontan al periodo colonial, cuando los británicos recompensaban con tierras y títulos a sus partidarios. La política de nacionalización de los setenta alimentó el caldo de cultivo de la corrupción y consolidó una nueva clase de funcionarios.
A finales de los años noventa, el entonces presidente Pervez Musharraf puso en marcha la primera iniciativa ambiciosa para controlar la corrupción. El general creó la Oficina de Contabilidad Nacional (NAB) en 1999 para cumplir las prescripciones de los donantes internacionales. Esta iniciativa no obtuvo resultados significativos.
Khan, en un nuevo intento por aplacarla y por contribuir a aligerar la carga de déficit presupuestario y las deudas que heredó su gobierno, inició una campaña anticorrupción, contra “las personas que han saqueado este país”. De entrada, se creó la Unidad de Recuperación de Activos, para recuperar el dinero y otros activos escondidos en el exterior. Este esfuerzo también se ha realizado en vano.
Pakistán continúa siendo uno de los países que mayor corrupción presenta, compartiendo con otros, como Myanmar o Uzbekistán, el puesto 140 del Índice de Percepción de Corrupción elaborado por Transparencia Internacional. Desde que el partido de Khan llegara al poder, en 2018, Pakistán ha caído 23 puestos en el índice.
Un aspecto controvertido de campaña anticorrupción de Khan es que muchos líderes de la oposición han sido objeto de investigación, e incluso se les ha condenado a penas de prisión. Los ejemplos más paradigmáticos son el del expresidente Asif Ali Zardari, acusado de blanqueo de capitales en 2020 y el del exprimer ministro Nawaz Sharif, que fue sentenciado en 2018 a siete años de prisión. Todavía en la actualidad, la implicación de estas dos figuras de la oposición en tramas de corrupción está siendo investigada.
¿Un país condenado a la inestabilidad política?
Días después de la moción de censura, la oposición designó al líder de la oposición, Shehbaz Sharif, de la Liga Musulmana Pakistání, como primer ministro para sustituir al depuesto Khan. En su primer discurso ante la Asamblea Nacional, el nuevo líder prometió aumentar los salarios, las pensiones y el salario mínimo de los trabajadores. Además, abordó los fallos de la política exterior del gobierno de Khan y anunció que iba a acelerar el megaproyecto del Corredor Económico chino-pakistaní y reconstruir lazos rotos con socios y aliados.
Con respecto a la cuestión irresuelta de Cachemira, declaró «queremos buenas relaciones con la India pero no puede haber una paz sostenible si no se resuelve la cuestión de Cachemira». Sharif invitó a su homólogo indio a resolver el conflicto de Cachemira en línea con las resoluciones de Naciones Unidas.
Shehbaz Sharif es el hermano menor del exprimer ministro Nawaz Sharif. Este último, salpicado por múltiples casos de corrupción, es considerado un ferviente político antimilitarista. A diferencia de su controvertido hermano, Shahbaz tiene buenas relaciones con el establishment.
Estas buenas relaciones, junto con su excelente reputación como gobernante, parecen vaticinar, si el partido de Khan cede, un año y medio sin complicaciones, hasta las próximas elecciones de 2023. Cabe recordar que, como su hermano mayor, el exministro general de Punjab ha sido acusado de estar implicado en casos de corrupción. Habida cuenta de esto, su desempeño en el ámbito económico y en sus relaciones exteriores marcarán el resultado de las próximas elecciones, en las, muy probablemente, se las tendrá que ver con un Khan ya en campaña.